El turismo es una actividad económica, social y cultural que genera beneficios para los destinos, los viajeros y las comunidades locales.
También implica una serie de retos y riesgos. Especialmente cuando se produce una promoción excesiva o descontrolada de un destino, que puede provocar su saturación y deterioro.
¿Qué significa promocionar un destino turístico?
Según el libro “Introducción al estudio del turismo, apuntes de teoría general”, se define a la promoción turística como una actividad integrada por un conjunto de acciones e instrumentos que cumplen la función de favorecer los estímulos para el surgimiento y desarrollo del desplazamiento turístico. Así como el crecimiento y mejoría de operación de la industria que lo aprovecha con fines de explotación económica.
La promoción turística puede tener diversos objetivos, como aumentar la demanda, mejorar la imagen, diferenciar el producto, fidelizar al cliente o crear una ventaja competitiva. Para ello, se pueden utilizar diferentes herramientas, como la publicidad, las relaciones públicas, el marketing directo, las ferias, los eventos o las redes sociales.
Sin embargo, la promoción turística no debe ser una acción aislada o arbitraria. Debe estar basada en una planificación estratégica, que tenga en cuenta las características, necesidades y expectativas del destino, del mercado y de los actores involucrados. De lo contrario, se puede caer en el error de promocionar un destino sin tener en cuenta su capacidad de carga, su oferta, su calidad o su sostenibilidad.
¿Qué consecuencias tiene la promoción excesiva o descontrolada de un destino turístico?
Una de las principales consecuencias es la saturación o masificación del destino, que se produce cuando el número de visitantes supera la capacidad de acogida del lugar, generando impactos negativos tanto para el destino como para los propios turistas.
Algunos de estos impactos son:
– Ambientales: contaminación, degradación, pérdida de biodiversidad, consumo de recursos naturales, cambio climático, etc.
– Sociales: turismofobia, pérdida de identidad, conflictos, gentrificación, desplazamiento, etc.
– Culturales: banalización, estandarización, folklorización, pérdida de patrimonio, etc.
– Económicos: dependencia, estacionalidad, desigualdad, fuga de capitales, competencia desleal, etc.
Estos impactos pueden afectar negativamente a la calidad, la competitividad y la rentabilidad del destino, así como a la satisfacción, la seguridad y la experiencia de los turistas. Se hace necesario repensar el concepto de «promocionar» en el turismo, y buscar nuevas formas de hacerlo que sean más responsables, equilibradas y sostenibles.
¿Cómo repensar el concepto de «promocionar» en el turismo?
Para repensar el concepto de «promocionar» en el turismo, se requiere un cambio de paradigma, que pase de una visión centrada en el crecimiento cuantitativo a una visión centrada en el desarrollo cualitativo. Esto implica:
– Adoptar una perspectiva sistémica, que considere el turismo como un fenómeno complejo, dinámico e interrelacionado con otros sectores y ámbitos de la sociedad.
– Aplicar una metodología participativa, que involucre a todos los actores interesados en el proceso de planificación, ejecución y evaluación de la promoción turística. Buscando el consenso y el beneficio mutuo.
– Seguir unos principios éticos, que respeten los derechos humanos, la diversidad, la equidad, la transparencia y la responsabilidad social y ambiental en todas las acciones de promoción turística.
– Utilizar unos criterios de sostenibilidad, que garanticen la compatibilidad entre el desarrollo económico, la conservación ambiental y el bienestar social, tanto en el presente como en el futuro.
– Implementar unas buenas prácticas, que se basen en la innovación, la calidad, la diferenciación, la adaptación, la cooperación y la mejora continua.
Algunos ejemplos de buenas prácticas de promoción turística sostenible son:
– Promover el turismo de proximidad, que fomente el conocimiento y el disfrute del entorno cercano, reduciendo la huella ecológica y apoyando la economía local.
– Desarrollar el turismo de experiencias, que ofrezca al turista la posibilidad de vivir y compartir vivencias auténticas, significativas y personalizadas, que le aporten valor añadido y le generen un vínculo emocional con el destino.
– Mejorar el turismo de nicho, que se dirija a segmentos específicos de mercado, que tengan unas motivaciones, preferencias y necesidades particulares, y que demanden una oferta especializada y adaptada.
– Hacer hincapié en el turismo de temporada baja, que contribuya a romper la estacionalidad, a optimizar el uso de los recursos, a mejorar la distribución de los ingresos y a evitar la masificación.
– Promover el turismo responsable, que sensibilice y conciencie al turista sobre el impacto de su viaje, y que le anime a adoptar una actitud respetuosa, solidaria y comprometida con el destino y sus habitantes.
En conclusión, repensar el concepto de «promocionar» en el turismo es una necesidad y una oportunidad para el sector, que debe afrontar los retos y riesgos que plantea la situación actual, y que debe aprovechar las potencialidades y ventajas que ofrece el cambio de paradigma.
Se trata de promocionar el destino de forma inteligente, creativa y sostenible, buscando el equilibrio entre el beneficio económico, la conservación ambiental y el bienestar social, y creando valor para el destino, para el turista y para la comunidad local.