En ocasiones tomamos decisiones motivados por experiencias ajenas o impulsados por modas pasajeras esperando algún tipo reconocimiento social.
Si algo he aprendido al vivir en diferentes ciudades es que hay que vivirlas para sentirlas, y eso, también le pasa a Santa Cruz de Tenerife.
Vivimos inmersos en una rutina constante, llena de horarios que marcan nuestros descansos. Ni siquiera tenemos tiempo para detenernos un momento y mirar a nuestro alrededor.
Llega el fin de semana y huimos a otros puntos de los habituales para tratar de escapar de esa monotonía constante que nos acosa durante la semana.
No nos damos cuenta que en lo más cercano también hallamos paz. Cerca de casa tenemos un magnífico parque que hace años que no visitamos. Frente al kiosko donde compramos el periódico está el restaurante que tanto nos gustaba y donde pasamos tan buenos momentos con nuestros amigos…
Y es en ese momento cuando recordamos los paseos al atardecer por la avenida de Anaga hacia San Andrés. Las noches en la Plaza de San Francisco y las travesuras en el barrio del Toscal cuando ibas a visitar a abuela Candelaria.
Cierra los ojos y llena tu alma con cada uno de esos instantes, abre tus ojos y mira a tu alrededor, porque Santa Cruz de Tenerife hay que vivirla para sentirla.